viernes, 7 de abril de 2017

La ceremonia del té.



Un día que el maestro Rikyu oficiaba una ceremonia del té, Hideyoshi, el kampaku que en aquella época gobernaba el país, hizo la siguiente observación a sus generales:
“Observad bien cómo Rikyu prepara el té y veréis que su cuerpo está lleno de ki, que sus gestos precisos y mesurados son como los de un gran guerrero, no presentan ninguna abertura. Su concentración no tiene ningún fallo”.
Una idea atravesó a Kato Kiyomasa, un famoso general.
Para verificar que lo que decía el kampaku era tan exacto como él quería hacer creer, decidió tocar a Rikyu con su abanico justo en el momento en el que encontrara una abertura.
Así pues se puso a observar atentamente a Rikyu, que se encontraba justo a su lado.
Al cabo de algunos minutos, creyendo percibir un fallo, el general se dispuso a tocarlo con su abanico.
En ese mismo instante, el maestro del té lo miró fijamente a los ojos y sonrió.


Anónimo

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