lunes, 21 de marzo de 2016

La velocidad del miedo


En el Japón feudal, un experimentado samurai llamado Matsumura entrenaba a un grupo de jóvenes que aprendían el Arte de la Espada.
Dos practicantes avanzados estaban a punto de realizar un combate de demostración, ambos alumnos de Matsumura.
Uno de ellos, pequeño y de constitución física débil se situaba a la derecha, el otro más alto y confiado demostraba calma frente a los presentes.
Los jóvenes estudiantes observaban desde un costado junto a Matsumura.
Uno del los jóvenes en voz baja le comentó a otro:
-El pequeño está perdido.
Matsumura los escuchó y les llamó la atención:
-El combate no está decidido, ni siquiera comenzó.
Ambos contendientes enfrentados a una corta distancia comenzaron su duelo con las miradas, uno esperaba el movimiento del otro.
Con las manos en sus espadas, los samuráis no apartaban la mirada uno del otro.
El más pequeño parecía nervioso, transpiraba y en sus ojos se reflejaba el miedo.
El otro, mantenía fija la mirada, estaba concentrado y su mano permanecía firme tomando la empuñadura de la katana.
Matsumura observaba atento, él conocía a sus alumnos.
Los estudiantes se mantenían inmóviles, sin hablar, atentos al primer movimiento.
De pronto, el más alto desenfundó su katana y en un movimiento rapidísimo lanzó el golpe mortal a la cabeza de su oponente.
El golpe cortó el aire en una fracción de segundo pero no llegó al objetivo.
Antes de detenerse en el cuello del más pequeño, el samurai sintió la punta de la hoja de la katana de su contrincante en su garganta.
Matsumura y sus alumnos no vieron el movimiento, nadie advirtió la espada del más pequeño recorrer la distancia desde la funda a la garganta del adversario.

Este, al advertir la hoja perdió la concentración y todos pudieron ver como gotas de transpiración caían sobre la espada.
El combate estaba decidido, el pequeño había vencido sin ser visto.
Los estudiantes, impresionados preguntaron a Matsumura:
-¿Cómo lo hizo? No vimos la espada moverse, estaba nervioso…
Matsumura respondió:
-Esa es la velocidad del miedo.

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