viernes, 13 de marzo de 2015

El camino del tiro con arco

La importancia
de repetir lo mismo



Una acción es un pensamiento que se manifiesta.
Un pequeño gesto nos denuncia, de modo que tenemos que perfeccionar todo, pensar en los detalles, aprender la técnica de tal manera que se vuelva intuitiva.

La intuición no tiene nada que ver con la rutina, sino con un estado espiritual que está más allá de la técnica.

Así, tras mucho practicar, ya no tenemos que pensar en todos los movimientos necesarios, pues éstos pasan a formar parte de nuestra propia existencia.
Pero para eso, hay que entrenar, repetir.
Y por si no fuera suficiente, hay que repetir y entrenar.
 
Observa a un buen herrero trabajando el acero.
Para un observador profano en la materia, está repitiendo los mismos martillazos.
Pero quien conoce la importancia de la práctica, sabe que cada vez que levanta el martillo y lo hace descender, la intensidad del golpe es diferente.
La mano repite el mismo gesto, pero a medida que se acerca al hierro, sabe si debe golpearlo con más dureza o más suavidad.

Observa el molino.
Para quien ve sus aspas por primera vez, parecen girar con la misma velocidad, repitiendo siempre el mismo movimiento.
Pero quien conoce los molinos sabe que están condicionados por el viento, y cambian de dirección siempre que es necesario.

La mano del herrero fue educada tras haber repetido millares de veces el gesto de martillear.
Las aspas del molino son capaces de moverse con velocidad después de que el viento haya soplado mucho, y haya hecho así que se pulan sus engranajes.

El arquero permite que muchas flechas pasen lejos de su objetivo, porque sabe que sólo aprenderá la importancia del arco, de la postura, de la cuerda y del blanco tras haber repetido sus gestos miles de veces, sin miedo a errar.
Hasta que por fin llega el momento en que ya no hace falta pensar en lo que se está haciendo.
A partir de ese momento, el arquero se convierte en su arco, su flecha y su blanco.



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